domingo, 2 de diciembre de 2012

POR QUÉ ENCARCELARON A BERNIE SI… (A propósito de “Bernie” de Richard Linklater, 2011)


Todos aquellos que defienden justificaciones consecuencialistas de la pena, deberían hacer el siguiente ejercicio, explicar por qué Bernie Tiede debe estar en la cárcel. Es un caso extraño, sin duda, uno de esos que uno no puede creer, sobre todo luego de escuchar a quienes conocieron a Bernie decirque él era un santo, que si mató a Marjorie Nugent, todos podemos cometer un homicidio algún día.
Basada en la investigación periodista hecha por Skip Hollandsworth, Bernie cuenta con humor negro la historia de un asistente de una funeraria que en una noche de desesperación asesina a la viuda Marjorie Nugent, de 81 años de edad. Bernie, sin embargo, no es solo una comedia, también es un documental. Con excepción de Shirley MacClaine (Marjorie Nugent) y Jack Black (Bernie Tiede), la mayoría de personajes son habitantes de Carthage, el pueblo de Texas donde ocurrió el homicidio. Esa combinación extraña de burla y narración, aunque ofensiva para algunos de los implicados, permite analizar sin dramatismos una historia increíble, de esas que prueban que la vida es más imaginativa que el más imaginativo de los legisladores.
A diferencia de las posiciones retributivas y restitucionistas, el consecuencialismo, como su nombre lo indica, justifica la pena por las consecuencias de la sanción. En términos generales, se cree que la sociedad estaría mejor con un sistema punitivo que sin él. La resocialización de los criminales y la prevención del delito son los resultados generalmente esperados por aquellos seguidores de este tipo de teorías.
Ahora bien, ¿Necesita Bernie ser resocializado? Al menos para la versión del personaje dada por la película y para la mayoría de personajes de Carthage entrevistados por Hollandsworth, Bernie Tiede es un gran hombre, uno de los mejores que ha pasado por ese pequeño pueblo de Texas, uno que jamás asesinará a otra persona. En contra de esta versión, el fiscal de distrito, Danny Buck (Matthew McConaughey), sugiere que Bernie es en realidad un peligroso criminal, uno que se hace amigo de las viudas para asesinarlas y quedarse con toda su fortuna. 
Si uno sólo transcribe los hechos, la posición del fiscal parece ser la más verosímil. Bernie, un hombre de edad madura, con una profesión no bien paga ($18.000 al año), con muy costosas aficiones y con un compulsivo afán por gastar, gana el corazón de la viuda más rica del pueblo y la asesina unos meses después de que ella lo convierta en su único heredero. Por fuera de la cárcel, es un peligro para otras viudas, dirá Buck sobre Bernie.
Uno empieza a creer en la inocencia de Bernie, cuando uno ve la película y escucha a quienes le conocieron. Bernie no solo era atento con Marjie, lo era con cuanta viuda había en Carthage. En los servicios funerarios, las consolaba, las cuidaba, incluso les cantaba sus himnos preferidos. Cuando muera, espero que Bernie cante en la ceremonia, así podré llegar más rápido al cielo, diría una las habitantes de Carthage.
Por lo demás, Marjorie Nugent parece ser una de esas personas capaces de crear un ataque de ansiedad incluso al más relajado monje budista. En una entrevista al New York Times, su sobrina describe cómo Marjorie llegó a torturarla, cómo luchó por su custodia a toda costa, pagando incluso a costosísimos abogados e inventando historias en contra de su padre para obtenerla. El cadáver de Marjorie, de hecho, solo fue velado por unos pocos familiares, más interesados en reclamar la herencia que en llorar a la víctima. En pocas palabras, así como a Bernie todo el mundo lo quería en el pueblo, a Marjorie no la aguantaban ni su familia más cercana.
Si al carácter frágil de Bernie, a su vida atormentada por la temprana muerte de su padres, a su compulsión por ayudar a quien necesita ayuda, uno le suma el carácter posesivo de Marjorie y su obsesión por controlar a las personas como si fueran su propiedad, la explicación más plausible es que Bernie sufrió un algún tipo de episodio sicológico que lo llevó a cometer un crimen que jamás volverá a perpetrar. En este sentido, no es exagerado afirmar que la resocialización es innecesaria.
Ahora bien, ¿justifica la prevención del delito la pena de Bernie? A pesar de los muchos estudios sicológicos sobre el tema, en esta pregunta siempre habrá mucho de especulación. En regímenes autoritarios en los que los delitos se castigan incluso con crueles torturas, las personas siguen delinquiendo, tal vez impulsadas por lo que en sicología se ha llamado optimistic bias, convencidas de que ellas serán la excepción y jamás serán capturadas.
En todo caso, no creo que la cadena perpetua de Bernie contribuya en mucho a la prevención del delito. Me cuesta pensar que existan muchos criminales en potencia, dispuestos a pasar años entre cadáveres, a cuidar a quejumbrosas viudas, a cantar en los servicios funerarios, a organizar musicales en las Universidades y todo aquello que Bernie hacía por la comunidad, sólo con el fin de ganarse el corazón de una viuda a la cual  luego asesinar. Además, si nos atenemos a una justificación simplemente consecuencialista, al juzgar a Bernie, habría que tener en cuenta todo el bienestar que trajo a su comunidad, la alegría que llevó al pueblo al fomentar el arte y al preocuparse por aquellos sectores que el progreso y la velocidad de la vida contemporánea dejan de lado.
No sé cuál sea la acción justa a tomar en el caso de Bernie. Quizás una pena menos severa se justifique apelando a otro tipo de fundamentaciones éticas. Es posible, también, que una visión consecuencialista de la regla cuyo principal valor sea la retribución pueda explicar la sanción impuesta. Lo cierto del caso, sin embargo, es que Carthage llora el encarcelamiento de Bernie y espera que algo pase para poder recibir a su habitante predilecto.

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