El problema de la relación entre
los medios de comunicación y el litigio ha sido discutido en varias películas.
En The Verdict (Lumet, 1982), Frank
Galvin (Paul Newman) confiesa a su mejor amigo que él no manipulará a los
medios como lo hace su contraparte, Ed Concannon (James Mason), porque, “Él no
es ese tipo de abogados.” Lumet censura las acciones de Concannon, las muestra
como deshonestas, como una forma en la que los poderosos pueden sacar provecho
de su dinero e influencias para conducir al jurado a fallar sin tener en cuenta
la verdad de los hechos.
No es esta, sin embargo, una
opinión unánime en la Academia. Peter Gabel y Paul Harris,[1]
por ejemplo, dos miembros del movimiento de los estudios críticos del derecho,
apoyan y aplauden la labor de los abogados que congregagron la opinión pública en
los cazos de Inez García y los ocho de Chicago. Una posición similar asume Jim
Sheridan, quien celebra las marchas organizadas por Gareth Pierce (Emma
Thompson) para lograr la libertad de Gerry Conlon (Daniel Day-Lewis), en In the name of the father.
The Lawyer representa vagamente Sheppard v. Maxwell, el primer caso
en los Estados Unidos en los que se ordenó revocar un fallo con base en que el
jurado estaba contaminado por las opiniones de los medios de comunicación. A
pesar de haber inspirado Petrocelli,
la popular serie de televisión, la película está casi olvidada, lo cual es
una lástima, dada la importancia de los temas y debates sobre los que trata.
Petrocelli (Barry Newman) es un joven graduado en Harvard que
ejerce su profesión en un pequeño pueblo en el suroeste estadounidense. Casi al
inicio de la película, lo vemos defendiendo a una persona acusada de estar
embriagada en lugar público. Petrocelli pregunta
al policía encargado del arresto, “¿Cómo sabe que el acusado no tenía un ataque
epiléptico?” El oficial sugiere que no lo sabe, ningún examen médico fue
practicado al detenido, pero asume que esa era su condición, dado el historial
delictivo del acusado. No son las pruebas que reposan en el expediente las que
condenan al cliente de Petrocelli, es
su entorno, la fama que tiene en el pequeño pueblo donde habita.
Algo similar sucede con Jack
Harrison (Robert Colbert), un médico acusado del asesinato de su esposa. Aun cuando no hay pruebas
contundentes, Jack es condenado. Durante los días del juicio, los noticieros de
televisión se regodearon pasando noticias en las que se mostraba al acusado
como un empedernido mujeriego, un hombre inmoral capaz de cualquier cosa con
tal de satisfacer sus deseos. En varias ocasiones, Petrocelli pidió que se
secuestrara al jurado, que se le mantuviera en un sitio donde no pudieran
contaminarse de las opiniones de los medios de comunicación. Sus peticiones no
fueron escuchadas.
Petrocelli logra la
nulidad del caso, con base en la manipulación que sufrieron los jurados por los noticieros. En el
segundo juicio, en lugar de probar la inocencia de su cliente, Petrocelli relata una
versión de los hechos que concuerda con las pruebas, en la que Jack no asesina
a su esposa. Si la fiscalía es incapaz de probar que esta versión no es
posible, entonces no se ha desvirtuado la presunción de inocencia, afirma.
The Lawyer, al igual que Sheppard v. Maxwell, es interesante por la
pregunta que plantea, la relación entre los medios de comunicación y el
litigio. La historia del caso y de la película sugieren que las personas
encargadas de juzgar fácilmente se dejan llevar por la presión del público y
olvidan lo que se ha o no probado durante el proceso legal.
En contra de la posición de Petrocelli, podría pensarse que la opinión pública es un gran jurado encargado de juzgar y problematizar los conflictos sociales que se invizibilizan y ocultan en los procesos judiciales. Esa es la posición de Gabel y Harris, al menos.
Afirmaba antes que The Lawyer es una película interesante, porque plantea el problema de la relación entre el derecho y los medios de comunicación. La respuesta a la pregunta, sin embargo, en sociedades tan permeadas por la televisión, amerita una urgente y más profunda reflexión.
Coda: The Lawyer y Reversal of Fortune (Schroeder, 1990) son de las pocas películas sobre casos judiciales en los que no se toma partido sobre la inocencia o culpabilidad de los acusados. Curiosamente, ambos filmes se basan en casos reales en los que los esposos son acusados de asesinar a sus parjeas.
[1] Ver, Peter Gabel y Paul Harris, “Building
Power and Breaking Images: Critical Legal Theory and the Practice of Law,” en NYU Review of Law and Social Change 369
(1982-1983).
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